domingo, 31 de marzo de 2013

DOMINGO DE RESURRECCIÓN.

 La Pascua es la conmemoración anual que las iglesias cristianas hacen del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Para celebrar el "aniversario" de estos acontecimientos salvadores, cada año, en la fecha apropiada (el domingo después de la primera luna llena de primavera), los cristianos conmemoramos la Resurrección de Cristo (la Pascua).

 Esta conmemoración se prepara con los cuarenta días de cuaresma y se celebra resiguiendo los pasos de Jesús hacia el Calvario.

 Comenzamos el domingo de Ramos haciendo memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. El Jueves Santo recordamos la última cena de Jesús con los apóstoles donde se instituyó el sacramento de la Eucaristía. El viernes conmemoramos la pasión y muerte del Señor en la Cruz.


 Finalmente, el Sábado Santo, lo pasamos esperando cerca del sepulcro de Cristo su resurrección que celebramos jubilosamente aquella noche en la Vigilia Pascual, que abre las grandes celebraciones del Santo día de Pascua, que se alargan durante 50 días hasta Pentecostés, la fiesta de la llegada del Espíritu Santo.

 La Vigilia Pascual (noche del sábado al domingo) es la celebración más solemne e importante de todo el año litúrgico cristiano. Aquella noche, pasada en vela, se bendice el Fuego nuevo y el Cirio Pascual, se canta el Anuncio de la Pascua, se leen las lecturas del Antiguo Testamento que nos narran la historia de la Salvación, sobre todo la primera pascua, la pascua judía que se sucede con la salida de los hebreos esclavos de Egipto y su éxodo hacia la Tierra Prometida, después de pasar el Mar Rojo.

 Las lecturas bíblicas finalizan con la solemne proclamación del Evangelio de la resurrección, precedida por el retorno del canto del Aleluya. Después se bendicen las fuentes bautismales, se bautizan a aquellas personas que se han preparado para ello y todos renovamos las promesas de  nuestro propio bautismo. Finalmente se celebra la Eucaristía Pascual, Eucaristía que repetimos cada domingo, y sobre todo los domingos de Pascua, para revivir la Resurrección de Cristo. Centro de la fe cristiana.

domingo, 24 de marzo de 2013

Conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén (Domingo de ramos)


 En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por esa razón, en todas las misas se hace memoria de esta entrada del Señor: por la procesión o entrada solemne antes de la misa principal, o por la entrada simple antes de las restantes misas. 

 La liturgia de este día expresa por medio de dos ceremonias, una de alegría y otra de tristeza, los dos aspectos del misterio de la Cruz. 

 Se trata primero de la bendición y procesión de las Palmas en que todo respira un santo júbilo, el cual nos permite, aún después  de veinte siglos, revivir la escena grandiosa de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. 


 Luego viene la Misa, cuyos cantos y lecturas se relacionan exclusivamente con el doloroso recuerdo de la Pasión del Salvador. 

Bendición de los Ramos y Procesión.

 En Jerusalén, y en el siglo IV, se leía en este domingo, y en el lugar mismo en que se realizó, el relato evangélico que nos pinta a Cristo aclamado por las turbas como rey de Israel, y tomando posesión de la capital de su reino. Y, en efecto, Jerusalén era imagen del reino de la Jerusalén celestial.

 Luego, el obispo cabalgando sobre un jumento, iba desde la cima del Monte de los Olivos hasta la Iglesia de la Resurrección, rodeado de la muchedumbre que llevaba en la mano ramos  y cantaba himnos y antífonas. 

 Semejante ceremonia iba precedida de la lectura del paso del Éxodo, relativo  a la salida de Egipto. El pueblo de Dios, acampado a la sombra de las palmeras, junto a las doce fuentes en que Moisés les prometió el maná, era figura del pueblo cristiano que corta ramas de palmeras y manifiesta que su Rey, Jesús, viene a liberar las almas del pecado y a conducirlas a las fuentes bautismales para alimentarlas después con el Maná eucarístico. 

 La iglesia romana, al adoptar uso tan bello hacia el siglo IX, añadió los ritos de la bendición de los Ramos. En esa bendición, la Iglesia implora sobre  « los que moran en las habitaciones en que se guardan, la salud del alma y cuerpo ». 

 Este cortejo de cristianos que, con palmas en la mano y entonando triunfantes hosannas, aclama todos los años en el mundo entero y a través de todas las generaciones la realeza de Cristo. 

  « Viendo por la fe ese hecho y su significación roguemos al Señor que, lo que aquél pueblo hizo exteriormente, nosotros lo cumplamos también espiritualmente, ganando la victoria sobre el demonio ». 

 Conservemos religiosamente en nuestras casas uno de los ramos bendecidos. Este sacramental nos alcanzará gracias, por virtud de la oración de la Iglesia, y afinazará nuestra fe en Jesús vencedor del pecado y de la muerte.

Un homenaje al Papa Francisco.

jueves, 21 de marzo de 2013

Santoral Católico: Santa María Francisca de las 5 llagas / Mística (año 1791)

 Nació en Nápoles (Italia) en 1715. Su padre era un tejedor, hombre de terrible mal genio. La mamá era una mujer extraordinariamente piadosa, la cual antes del nacimiento de la niña, ante los tratos tan violentos de su esposo y ante el misteriosos sueños que había tenido, le consultó el caso a San Francisco Jerónimo, el cual le profetizó que tendría una hija a la cual Dios le hablaría por medio de revelaciones.

Desde muy pequeñita fue obligada por su padre a trabajar muchas horas cada día en su taller de hilados. Pero la mamá aprovechaba todo rato libre para leerle libros piadosos y llevarla al templo a orar. El párroco, admirado de su piedad y viendo que se sabía de memoria el catecismo, la admitió a los 8 años a la Primera Comunión, y al año siguiente la encargó de preparar a varios niños.


 Las demás obreras de la fábrica comentaban: "María Francisca trabaja las mismas horas que nosotras y hace el doble de hilados que las demás. ¿Qué será? ¿Vendrá su ángel de la guarda a ayudarla?." Y empezó a correr la noticia de que esta jovencita recibía especiales ayudas del cielo. Lo cierto es que cada día dedicaba cuatro o más horas a rezar, leer y meditar. Y cada mañana asistía muy devotamente a la Santa Misa.

 Un domingo por la tarde, mientras preparaba unos niños a la Primera Comunión, de pronto se quedó callada como mirando a lo lejos y luego dijo: "José, Josecito: corra a su casa que su mamá lo está necesitando. Vaya allá enseguida". El niño salió corriendo y encontró que a la mamá le había dado un ataque y al caer había lanzado una lámpara encendida sobre un poco de ropa y se iba a producir un incendio. A tiempo pudo apagar las llamas y salvar la vida de su mamá. La noticia corrió por todo el barrio, y la gente empezó a comentar que a esta muchacha le enviaba Dios mensajes extraordinarios.

 Como era hermosa, el papá le consiguió un novio de clase rica. Pero María Francisca le dijo que ella había prometido a Dios conservarse soltera y virgen para dedicarse a la vida espiritual y a ayudar a salvar almas. El papá estalló en cólera y le dio violentos azotes. La encerró en una pieza a pan y agua por varios días. La jovencita aprovechó este encierro y este ayuno para dedicarse a orar y a meditar y a hacer penitencia. La mamá logró hacer que un padre franciscano viniera a la casa y convenciera al furibundo papá para que dejara en libertad a su hija para escoger el futuro que más le agradara. El religioso logró convencer a Don Francisco Galo a que permitiera que su hija se dedicara a la vida espiritual, en vez de obligarla a contraer matrimonio.

 El 8 de septiembre de 1731 recibió el hábito de Terciaria franciscana y siguió viviendo en su casa, pero con comportamientos de religiosa.

 Como la gente comentaba que esta muchacha avisaba el futuro y leía las conciencias, un hombre de negocios le propuso a don Francisco que aprovechara las cualidades de su hija para conseguir mucho dinero. El papá le propuso entonces a María Francisca que se dedicara a adivinar la suerte a los demás y cobrara las consultas. Ella le dijo: "¿Papá, es qué has creído que yo soy adivina?" "No eres adivina", le respondió él, "pero eres una santa y lograrás que Dios te comunique el futuro de la gente". La joven le dijo humildemente: ¡Papá, yo no soy una santa. Yo soy una pobre criatura que lo único que hace es tratar de rezar con fe, pero no soy la que tú te estas imaginando. Y además nunca negociaré con lo que es de la religión!

 Entonces el papá la castigó ferozmente a latigazos y a duras penas la mamá logró sacarla de sus manos. La joven corrió aterrorizada a casa del Sr. Obispo, el cual se fue ante el juez y logró que a ese hombre le pusieran una sentencia de que si en adelante azotaba a su hija tendría que pagar una multa. Esto hizo que no la azotara más.

 María Francisca era muy devota de la Pasión de Cristo, por eso al hacerse terciaria Franciscana tomó el nombre de María Francisca de las Cinco llagas. Y pasaba horas y horas meditando en la Pasión y Muerte de Jesús.

 Frecuentemente mientras estaba en oración entraba en éxtasis (suspensión de la actividad de los nervios y de los sentidos, acompañada con visiones sobrenaturales). La Sma. Virgen se le aparecía y le traía mensajes. Pero también el demonio se le presentaba en forma de perro rabioso que la aterrorizaba. Afortunadamente descubrió que al hacer la señal de la cruz, y al pronunciar los nombres de Jesús, José y María lograba que el demonio saliera huyendo. Este fue el consejo que le oyó un día al crucifijo: "Cuando te asalten los ataques de los enemigos del alma haz la señal de la cruz, y además de invocar los nombres de las tres divinas personas de la Sma. Trinidad, debes decir varias veces: "Jesús, José y María".

 Una señora la invitó a visitar un enfermo, pero la llevó a una casa en donde se efectuaba un baile inmoral. Ella huyó precipitadamente y se libró de la corrupción.

 Cuando la mamá se le murió, María Francisca se dio cuenta de que ante el temperamento tan violento de su padre, ella tenía que abandonar el hogar. Y un santo sacerdote le permitió que fuera atenderle la casa cural. Allí estuvo los últimos 38 años de su existencia, y ese tiempo le sucedieron muchos hechos misteriosos.

 Un día estaba barriendo la sacristía cuando oyó una voz que le decía: "María Francisca, huya, salga huyendo rápido". Ella salió corriendo y minutos después se desplomó el techo de la sacristía. Así salvó su vida.

 Cuando rezaba el viacrucis iba sufriendo algunos dolores parecidos a los que Jesús sufrió en el Huerto de los Olivos, en la flagelación, en la coronación de espinas, al llevar la cruz a cuestas y al ser crucificado. Cada Viernes Santo entraba en agonía como si estuviera muriendo en una cruz. Y todo esto lo ofrecía por la conversión de los pecadores, y el descanso de las benditas almas del purgatorio. Las gentes decían: "María Francisca saca más almas del purgatorio ella sola con sus sufrimientos, que todos nosotros con nuestras oraciones".

 Unos de los fenómenos más extraordinarios de esta santa sucedieron durante la comunión. En tres ocasiones la Santa Hostia voló a posarse en sus labios. Una vez mientras el sacerdote decía: Este es el Cordero de Dios… la hostia que él tenía en la mano salió volando y fue a colocarse en la boca de la santa. Otra vez voló desde el Copón, y una tercera vez, al partir el celebrante la hostia grande, un pedazo de ella voló hacia la fervorosa mística que estaba aguardando turno para comulgar.

 En la Navidad de 1741, el Niño Jesús le habló y le dijo: "Quiero que seamos amigos para siempre". Fue tan grande la emoción de ella al oírle esto a Nuestro Señor, que quedó ciega por 24 horas. Después recobró otra vez la vista y el resto de su vida lo dedicó por completo a amar a Jesús y a hacerlo amar por los demás.

 Le aparecieron las cinco llagas o heridas de Jesús en su cuerpo. Su salud era muy defectuosa y las enfermedades la hacían sufrir enormemente. Cuando su padre estaba moribundo le pidió a Dios que le pasara a ella los dolores que el pobre hombre estaba padeciendo, y así sucedió con espantables sufrimientos para la santa mujer. Pero con estos sufrimientos logró convertir a su papá y a muchos pecadores más. En sueños veía a varias almas del purgatorio que le suplicaban ofreciera por ellas sus sufrimientos ya sí lo hacía. Muchas personas la trataron muy mal y ella ofrecía con paciencia estos malos tratos rezando por quienes le ofendían, y tratando bien a quienes le trataban mal. Las gentes murmuraban contra ella y le inventaban lo que no era cierto, pero ella callaba, para asemejarse a Jesús que callaba en su Pasión. A su director espiritual le dijo un día: "He sufrido en mi vida todo lo que una persona humana puede sufrir. Pero todo ha sido por amor a Dios". Y le añadía: ¡Padre, sean muy bondadosos con las personas que los vienen a consultar. No sean duros con nadie!.

 Anunció que iban a llegar muy pronto unos sufrimientos terribilísimos para la Iglesia Católica (y en aquellos años llegaron las feroces persecuciones de la Revolución Francesa que ocasionaron tantísimas muertes de católicos). Pidió a Dios que no permitiera que ella presenciara estos desastres, y murió cuando estaban empezando.

 El 6 de octubre de 1791 murió santamente. Y al año 1867 el Sumo Pontífice la declaró santa.

 A un sacerdote le prometió que se le aparecería pocos días antes de que él se muriera. Así lo hizo. Se le apareció y a los tres días murió el padre.

 María Francisca: enséñanos a amar a Jesús Crucificado con el amor con el que lo amaste tú.

miércoles, 20 de marzo de 2013

JESÚS DE NAZARET, LA PELÍCULA / COMPLETA Y SIN CORTES.

Gloria en latín.


Gloria Patri, et Fili,
 et Spiritui Sancto. 



Sicut erat in principio,
 et nunc et semper,
et in saeccula saeculorum,

Amen.

Padre Nuestro en Latín.

PATER NOSTER

   (Padrenuestro)

Pater Noster, qui es in caelis, 
sanctificétur nomen Tuum, 
adveniat Regnum Tuum, 
fiat volúntas tua,
sicut in caelo et in terra. 


Panem nostrum cotidiánum
da nobis hódie, 
et dimitte nobis débita nostra, 
sicut et nos dimittímus
debitóribus nostris; 
et ne nos indúcas in tentationem, 
sed libera nos a malo.

Amen.

lunes, 18 de marzo de 2013

Ave María en español y en latín.



Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres 
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto 
de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora
de nuestra muerte. 

Amén.


Ave María, 
gratia plena, 
Dominus tecum, 
benedicta tu in muliéribus, 
et benedictus fructus ventris tui Iesus.

Sancta Maria, Mater Dei, 
ora pro nobis peccatoribus, 
nunc et in ora mortis nostrae. 

Amen.



jueves, 14 de marzo de 2013

Apacienta mis ovejas.


 Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que éstos? Le dijo: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis corderos.

 Le volvió a decir por segunda vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le contestó: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Pastorea mis ovejas.

 Le dijo por tercera vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: “¿Me amas?” Y le dijo: —Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas.

 De cierto, de cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. 

San Juan (43:21:15) - (43:21:19)

martes, 12 de marzo de 2013

ORACIÓN A JESUCRISTO CRUCIFICADO:

 “Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.” (Éxodo 17:12)



Padre Celestial; en el santo nombre de tu Hijo Jesús, crucificado por mis pecados, y en el Amor del Espíritu Santo, vengo muy humildemente ante ti, con dolor por mis pecados. A través de la intercesión del Inmaculado Corazón de María, te ofrezco el sacrificio de Jesús en la cruz, el cual vivo cuando lo recibo en la Santa Eucaristía.


Señor Jesús crucificado; te hablo humildemente, en la presencia de Nuestra Bendita Madre María. Reconozco que tu sufriste mucho por mí y por todos, y que estamos endeudados contigo para siempre. Señor; aprecio mucho tus sufrimientos por mí y por el resto de la humanidad.


Te agradezco el haberme salvado a través de tu dolor aplastante, a través de tus tantas heridas, a través de tu extremo cansancio y agonía y a través de tu Preciosa Sangre derramada con tanto dolor y amor por nosotros; a través de tu dificultad para respirar, a través de tu sudor y lagrimas, a través de tu paciencia misericordiosa, a través de cada esfuerzo que tu hiciste y a través de tu ofrecimiento total por mis pecados y por los pecados del mundo entero.


Señor a veces me quejo cuando tengo un pequeño infortunio, o una herida o cuando estoy enfermo o cansado, o rechazado, o despreciado o condenado. Pero tu cuerpo entero fue cubierto con heridas dolorosas; fuiste perforado con dolor por la corona de espinas, tu fuiste despojado de tu carne con la flagelación, fuiste insultado con terribles blasfemias, fuiste escupido, fuiste humillado, fuiste infligido nuevamente con heridas sobre tu herido hombro por el peso aplastante de la cruz, tu fuiste herido nuevamente sobre tus heridas por el despojo brutal de tus vestiduras, fuiste perforado dolorosamente por lo clavos en la cruz, fuiste colgado sobre la cruz para sangrar dolorosamente hasta tu muerte, sufriste asfixia a medida que te resultaba mas doloroso respirar, pero tu agonía física no se comparaba con tu agonía espiritual porque Tu eres Dios, y tu alma santa sufrió con pena mientras tu entregabas tu vida a cambio de nuestra vida eterna.


Tu viste la ingratitud de los hombres por tu gran sacrificio, y sufriste por el orgullo de nuestros pecados, por la agresividad de los que tu creaste con tanto amor, por el odio de los hombres que reciben siempre todo tu amor si tan solo vienen a ti.


Mi Señor Jesús crucificado, vengo humildemente ante ti, eterna fuente de sanación y de vida, Poderosa fuente de nuestra Resurrección, alimento para nuestras almas en la Sagrada Eucaristía, refugio eterno de la Luz Divina, puerta a la Majestad y Gloria del Padre y de nuestra única esperanza y salvación.



Divino Señor Misericordioso, ruego y suplico a nombre de toda la humanidad por tu misericordia y compasión, por tu sanación y bendiciones y por tu Salvación.


Oh, Precioso tesoro del Cielo, Tu que te ocultas al orgulloso, llena mi corazón de humildad y de pureza para poder ser digno de recibir las promesas de la vida eterna en Tu Gloria con el Padre y el Espíritu Santo. Amen.


Señor en tu Sagrado Corazón coloco mi corazón unido a todas mis necesidades y mis deseos, te presento humildemente mis peticiones, por favor dígnate a escuchar mi súplica, abrázame con tu amor, responde a mi alma, mírame como tu hijito que viene atraído por tu amor.


Mi Señor Jesús; en tu cuerpo crucificado yo coloco reverentemente mis pecados, mis enfermedades y las de la gente por quien ruego; puesto que tu sufriste por nuestros sufrimientos y pagaste por nuestros pecados. Disuélvelos por favor en tu misericordia; concédeme estas peticiones en tu nombre santo y en el nombre de tu dolorosa madre, mi madre. Amén.

Breve mensaje por la Paz mundial:


 "La verdad los hará libres" (Jn 8:32) y la verdad es que somos todos hermanos e hijos del mismo Dios.