lunes, 2 de septiembre de 2024

Reflexiones espirituales: esa pequeña luz.

  Estas reflexiones pretenden ser una ayuda espiritual para quienes están realmente necesitados del verdadero amor que existió, existe y existirá por todos los siglos. Amor de aquel que habló del amor que Dios Padre tiene por todos los Hombres, pues toda la cración vino de Él.

 No puede verse una pequeña luz sino hay una gran oscuridad en todo nuestro entorno. Con esto no pretendo decir que la oscuridad es necesaria, -aunque todo este mundo muestre lo contrario-, sino que es el contraste de estos antagonismos lo que resalta la pequeñez y la infinitez que representa Dios en nuestra corta e peresedera vida mundana. Es esa pequeña luz la que quiere abrirse paso y gobernar pacificamente en los corazones oscuros de los seres humanos. Me refiero al Espiritu Santo, la segunda persona de la Santísima Trinidad.

 Desde ya, la oración será fundamental para que el paráclito reconforte nuestra confundida mente y nuestro atribulado corazón. Es el arma más eficaz contra la débil carne y contra la pobreza espiritual.

 No debemos dejarnos caer en la pereza del espiritu, pues la oración nos levantará de nuestras caídas cada día de nuestras vidas en este mundo. Si hay una mejor manera de combatir las fuerzas oscuras de nuestra mente, hagalo conocer.



 Lo primero que tenemos que saber es que a este mundo vinimos a aprender cosas relevantes al amor. Que sin amor nada tengo, pues todas las cosas se manejan por él. El mundo fue creado por amor y sigue girando por su misericordia. Desde la mismísima creación, todos los hombres fuimos puestos a prueba y muchos fracasaron, mientras otros fueron vistos con gran misericordia por Dios.

Ciclogenesis espiritual y temporal

 Ya fuimos carne de cañón cuando la humanidad fue casi extinta en el diluvio universal (Genesis 7:17) y el mismo Padre consagró a Noé y su familia a una de las pruebas más grandes que jamás haya visto la humanidad: sobrellevar la oscuridad por cuarenta días y cuarenta noches y más aún, con el solo sostén de una enorme arca en medio de una inmensa oscuridad. Lo que quedaba del antigüo mundo, se embarcó a pesar de los extremos oleajes y vientos inimaginados, propios de un apocalipsis cinematográfico.

 Lo que iba quedando del mundo se conmovió viviendo los grandes terremotos y cambios bruscos en la geografía de la Tierra antigüa, sin encontrar más remedio que la propia muerte. No quedaron testigos, pues muchos (por no decir la gran mayoría) fueron la causa, pues vivían en un gran pecado por su irremediable intransigencia contra el Creador.

 Lo que para algunos es visto como un evento sin explicación, para muchos es visto como un tremendo y valedero juicio de Dios. La oscuridad ya era la regla en la vida del Hombre en la Tierra, es por eso que se tomó semejante desición en los Cielos, para nada fácil por cierto.

 Si tomamos en cuenta las estaciones del tiempo en el año, todo cambio importante suele darse con un brusco cambio de temperatura. Eso mismo está destinado para nuestro tiempo, -si la humanidad no se arrepiente de sus pecados-, dicho cambio no llegará del agua (que lava y limpia), sino del fuego, que purifica y destruye.

 En palabras del apóstol Pedro:

 "También por medio del agua del diluvio fue destruido el mundo de entonces. Pero los cielos y la tierra que ahora existen, están reservados para el fuego por el mismo mandato de Dios. Ese fuego los quemará en el día del juicio y de la perdición de los malos" (2 Pedro 3:6-9)

 Es por ello que en nuestra pequeña existencia mundana debemos establecer una conexión con Dios antes que sea demasiado tarde. De alguna manera los tiempos se van acortando, porque nuestras vidas son cortas. Los días pasan cual horas y los años cual días y así sucesivamente.

 Pero para no irme del foco, insistó que Él sabe que somos esa pequeña luz titilante que oscila en la inmensa oscuridad. Nunca lejos de su inmenso espiritu santo. Él también vino como una luz casi tenue, -pero con mucha vida-, cuando reencarnó en un simple hombre, para enviarnos todo su infinito poder en el Espiritu.

 Él solo, enfrentó a un mundo que le castigó con vejámenes y lo sepultó en la tierra, para luego levantarse entre los muertos. ¿Quién de nosotros no quisiera levantarse de entre los muertos en vida para congraciarse con el Señor?

 Es cuestión de tener voluntad, la misma que nos hace andar por este mundo de luces y sombras. Qué el Espíritu de Dios ande siempre con ustedes. Amén.


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